Mario Marín y el culto a golpe de pala. Entender así de dónde venimos

Para la historia nuestra, ayer fue el día segundo en la construcción de un culto a la personalidad

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Regiones Crónica | 11 FEBRERO 2021

Por: Sergio Mastretta / Foto:

A un político defenestrado en México lo puedes ver caminar entre los uniformados que lo custodian camino al avión y rumbo a una celda en la que rumiará su desgracia. Pero no vas a entenderlo. Tampoco si escuchas la grotesca conversación con el compinche Kamel Nacif que quince años después nos recuerda la gravedad de los crímenes que llegan a cometer quienes se saben inalcanzables para todo intento justiciero. Pero si lo miras donde le gustaba verse, en un pódium al que deslumbran dos inmensas pantallas que reproducen su figura, probablemente se comprenda mejor de dónde viene este prototipo de tlatoani de aldea que no ha dejado de producir la política poblana.

Escribí esta crónica hace veinte años. Y todavía me ayuda a entender la precariedad social en la que nos mantiene el Estado autoritario en el que vivimos.

 

15 de febrero 2001,  el tercero y último de los informes de Mario Marín presidente municipal. El culto a golpe de pala. La figura, en el pedestal de la imagen, no se fragmenta. En la era electrónica, el aparato ya no necesita de las masas. Mejor aún, el milagro de la comunicación: las masas ya no necesitan de los actos públicos. Quebrará el sistema, pero se sostendrán los líderes.

En el auditorio de la Reforma los escenarios cambian pero son los mismos. Hace justo un mes Melquiades Morales acaparaba las miradas y los aplausos para confirmar que es el poder presente. Hoy es la fiesta de Mario Marín, y pocas veces la liturgia del Informe reproduce los viejos tiempos. Pero no todos: afuera, en la explanada, no hay masas ni porras ni pancartas. No hay acarreo. Y, a juzgar por el video, no es que el bolsillo que esculpe el monolito de la personalidad del futuro ronde la insolvencia o se rija por pruritos republicanos y austeros. ¿Qué ocurre? Si hoy el viejo sistema se reproduce a la perfección dentro del auditorio, ¿por qué no están las sufridas masas para cantar que sigo siendo el rey y aquí están los altavoces para confirmarlo?

Ayer no hubo masas ni porras en la explanada del auditorio de la reforma. Ayer, y apenas entiendo, Mario Marín no acarreó colonos o ambulantes, no necesitó de combis o microbuseros para el oficio del Informe. Los jerarcas llegaron en suburbans. Una mayoría de burócratas ceñida al empleo, llenó la galería y cumplió de corifeo en el rito antiguo de los hombres que se esculpen a sí mismos: orgullosos, solitarios, militantes, se modelan para el poder.

Para la historia nuestra, la de ayer marca el día segundo en la construcción de un culto a la personalidad. Hace un año, en el primer informe, Mario Marín dijo: “Es el principio, yo soy el hombre....”. Inició entonces, sin remilgos, ya no en las cenas con la cofradía que le canta “de norte a sur se oye un clamor, Mario Marín gobernador”, sino desde su cargo público, la carrera al trono de nuestro pequeño reino.

Ayer se miraba Mario de nuevo en video. Lo miraba Melquiades. Hace mucho que uno y otro se miran a sí mismos, son su espejo, los separa un escritorio. Imagino su monólogo:

“El hombre político siembra futuro para llegar al poder. Parte de abajo, caravanea, es su sombra la que mira desde arriba. Esculpe su personalidad en la grilla en corto, en el templete, en la imagen electrónica. En todo momento es ahijado y padrino, aplaudidor y, poco a poco, el aplaudido, el hombre que salió del escritorio oscuro para mirar desde tribuna con el rostro del que salva a las masas, el poseedor del futuro”.

Escribo estas frases para el monologo moderno de un político cruzado en el estante del sistema, alentado por los moribundos dinosaurios en el sueño de la Restauración. Dice el italiano Norberto Bobbio que la tarea del hombre de cultura es sembrar dudas, no recoger certezas. Y lo dice siempre ilusionado por entender la relación entre los intelectuales y el poder, pero con la sabiduría de un viejo que ha visto demasiadas equivocaciones como para creer en la salvación por los iluminados.

Ayer de tantas certezas electrónicas, de tanta liturgia megalómana, este poder arcaico que domina Puebla, se deshizo en dudas, se desmintió en proezas. Nos presentó a su nuevo así mismo. De Mario Marín ayer guardo dos imágenes: en el video, lo miro paleando tierra a la manera de los grandes e infernales líderes europeos en los años treinta; Mario palea y los fotógrafos lo movilizan al futuro, el suyo es un espíritu que se piensa para las masas que lo admiran porque con él el mundo dejará de ser una desgracia. Y si besa niños y da banderazos de salida a corredores esforzados es porque él bendice y encausa destinos.

La otra imagen, terminado el video, se encierra en la entrega del viejo aparato al informante municipal: Mario Marín apenas parado tras la mesa pétrea de Melquiades Morales y Pacheco Pulido, es por un instante el futuro de la cúspide en ese monumento gris  a la jerarquía mayor de la burocracia que ha gobernado Puebla desde hace cincuenta años. Entre los santones de la política priista hay uno nuevo, todavía más santón, más joven, mestizo y fiero, para decirles a todos que él es el renacimiento.