Voces en los días del coronavirus
En mi antiguo reloj de arena, hace meses detuve el conteo. Cíclicamente empecé a perder la cuenta entre las madrugadas que salían al encuentro de los amaneceres en tiempos de pandemia.
Han sido diez meses atípicos, a veces con el ánimo envuelto en un estallido de festividad por tener trabajo, algo que en estos tiempos se valora.
Algunas otras veces, con la melancolía de las distancias y las querencias suspendidas en cada cuarentena.
La pandemia sigue marcando vida y destino de quienes estamos en distintos escenarios y realidades.
Para mí el Covid-19 no me trajo encierro. Me trajo un golpe de realidad acompañada del valor que se adquiere cuando sabes que tú serás de las que no podrán tener cuarentena, aunque te lo digan, te lo pidan, te lo exijan.
Y no es una decisión de irresponsabilidad, es la opción que tienes a la mano, cuando vives de un trabajo como profesionista independiente, donde tienes que salir a dar un servicio, donde sabes que tu ingreso está en función del número de políticos que asesores y que paguen puntualmente.
Hace casi 30 años que escribo y ejerzo mi periodismo independiente, éste que sigue moviendo mis días libertarios sin tener que responder a los intereses sesgados de cobrar por decir, acatar o sucumbir a la comercialización de textos.
Voces en los días del coronavirus 2020
La revolución de mi cuarentena/Ruby Soriano, periodista
Hace más de diez años construí mi barco que hoy sustenta mi pequeña empresa de consultoría política (Mediatikos Consulting) que me permite generar pocas, pero al fin fuentes de trabajo.
En estos meses de nueva realidad, emprendí proyectos y conocí gente que llegó para quedarse.
Han sido meses muy duros para muchos amigos que enfermaron y partieron.
Como buena adicta de las letras e historias, en estos meses he deshilado muchas estampas con las que a diario me encuentro en el camino real de una pandemia que no cesa, sino reverdece.
Hace unos días necesitaba comprar varias cosas eléctricas por los desperfectos domésticos que nunca faltan.
Por inercia me dirigí al supermercado a conseguir todo.
Como si alguien lo hubiera puesto en mi camino, me encontré con un pequeño negocio de ferretería atendido por un señor mayor.
Entré y vi de esos panoramas desoladores que seguro están viviendo quienes subsisten de sus negocios. Terminé comprándole todo lo que requería y un poquito más que seguro en algún momento utilizaré.
Fui su única venta del día.
En la otra cara de la moneda, me estoy sumando CON RESPONSABILIDAD a apoyar con mi granito de arena a mis amigos restauranteros quienes muchas veces me han prestado sus salones, privados, o me han dado excelentes servicios.
Llevo una semana rotando de lugar, pidiéndoles que me atiendan a puerta cerrada para mis reuniones de trabajo.
Un día sin actividad es un día sin ingresos no sólo para la cabeza de ese negocio, sino para los cientos de meseros, cocineras, personal de intendencia con quienes uno va tendiendo redes con el paso del tiempo.
Esas familias como cientos de otras, requieren apoyo.
Es verdad que la situación no está fácil, pero si podemos y está en nuestras posibilidades, comprémosles, pidamos comida para llevar y ayudemos con esas propinas que hoy son oro molido para quienes están al 50 por ciento o en algunos casos en blanco esperando conservar empleos.
Y sí, en el recuento de tantos meses de pandemia, confieso que me gustaría quedarme en casa para hacer cuarentena, webinar, zoom y todo lo que se me ocurra. Sin embargo, igual que otra parte importante de personas, tengo que salir a reuniones de trabajo presenciales.
Suelo cargar mi pequeño maletín que se ha vuelto inseparable. Ahí llevo mi protección andante que miro como una caja fuerte donde al abrirla sale una armadura que –según yo- me hará invisible para el covid.
Ahí llevo cubrebocas, gel antibacterial, toallitas húmedas, vitaminas y lo que voy anexando para sentirme segura a la hora de viajar en mi pequeño auto.
No todos podemos quedarnos en casa aunque lo queramos.
Confieso que he salido con temor, más no con paranoia.
Estos últimos tres días han sido terroríficos ante la partida de una decena de amigos y conocidos.
Hoy la pandemia se siente, se huele, se mira en la calle.
Sólo queda cuidarse, ser responsables y en madrugadas como ésta decir: Aquí estoy, hoy la volví a librar.