El terremoto Cienfuegos

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Gobierno Opinión | 26 OCTUBRE 2020

Por: Héctor Aguilar Camín / Foto:

El primer impulso del presidente López Obrador ante la captura en Los Ángeles del ex secretario de la Defensa, Salvador Cienfuegos, fue asumirla como una victoria suya, como un triunfo de su narrativa contra los gobiernos pasados, y como el principio de una nueva época en que el Ejército sería limpiado de cómplices de Cienfuegos.

Dijo en su mañanera del viernes: “Todos los involucrados con Cienfuegos serán suspendidos del Ejército”, dando por buena la culpa del general y olvidando que mandos clave del Ejército actual son cercanos a Cienfuegos, y que es ese Ejército, heredado de Cienfuegos, el que ha convertido en el eje de la militarización de su gobierno, entregándole el sistema de inteligencia, la seguridad pública, emblemáticos contratos de obras públicas y el control de puertos y aduanas.

Para el mediodía, el Presidente lo había pensado mejor y dijo: “No habrá limpieza en el Ejército hasta que se demuestre la culpabilidad de Cienfuegos” (https://bit.ly/3o4e6jZ).

Ni una palabra sobre el elefante en la sala, a saber, que la detención del general la hizo la DEA, luego de una investigación de años de la que el gobierno dice no haber sabido nada sino hasta que la DEA cerró la operación de mayor autonomía que haya hecho a espaldas del gobierno de México.

El Presidente trató de enmendar su omisión en una increíble entrevista de banqueta, o mejor dicho de plaza, pues la dio en la plaza de una comunidad donde le habían colgado un collar de flores.

Dijo ahí que la intromisión de Estados Unidos en México era cosa de gobiernos pasados, porque ahora Trump le llamaba a él para ofrecerle ayuda, sin ánimos de intervenir en México, y él la rechazaba, en ejercicio de la soberanía (https://bit.ly/2T1TPO1).

De modo que la captura de Cienfuegos era como una cosa del pasado, aunque hubiera sucedido ayer.

Hay motivos para la confusión del Presidente porque la captura de Cienfuegos es un terremoto múltiple: en el corazón del Ejército, del gobierno, de la relación de México con Estados Unidos y del Estado mexicano como tal.

El terremoto en el Ejército

 

La captura del general Cienfuegos en Los Ángeles, acusado de narcotráfico, rasga la cortina de incorruptibilidad de las fuerzas armadas de nuestro país.

Es un terremoto en el corazón de su credibilidad, por tanto, de su legitimidad.

La incorruptibilidad del Ejército es uno de los mantras de la vida pública mexicana, uno de los mayores ejemplos de nuestra dualidad analítica e institucional. No hay nadie medianamente informado en México que no sepa de la corrupción, la violencia extrajudicial, la violación de derechos humanos y la colusión con el narcotráfico de parte de las fuerzas armadas.

Pero son pocos los que hablan de eso y menos quienes lo creen, pues las fuerzas armadas gozan de la mayor aceptación entre los mexicanos y no hay región sacudida por la violencia que no pida la presencia del Ejército.

Es una potente herencia del pasado priista: el discurso nacido del pacto de los gobiernos civiles con los militares, a partir de 1946, para garantizar al Ejército reconocimiento público, autonomía corporativa, impunidad judicial y negocios particulares, a cambio de que no hicieran política.

La funcionalidad del pacto ha sido descrita con elocuencia por Jorge G. Castañeda y Jorge Javier Romero*. México fue el único país de América Latina donde no hubo golpes militares. El único también donde el Ejército permaneció intocado como corporación, al margen de la justicia civil y de la inspección pública.

Por presión estadunidense, a partir de 1973, con la Operación Cóndor, México empezó a usar al Ejército contra el narcotráfico, con las funestas consecuencias que conocemos, entre ellas, la contaminación del Ejército.

El mayor caso de contaminación fue el del general Gutiérrez Rebollo, zar de la lucha antidrogas, preso en 1997 por proteger narcotraficantes. Famosos también son los militares de élite que formaron Los Zetas, el cártel más violento de México. Ahora, llega la acusación a Cienfuegos.

El daño a la legitimidad de las fuerzas armadas se antoja muy serio, entre otras cosas porque tiene ya una dimensión internacional. Las fracturas internas de la corporación, y de ésta con el gobierno, son tan inevitables como impredecibles.

Termina una época.

 

*”Cienfuegos y el sistema político” (htps://bit.ly/35dyPth) ; “El mito del Ejército incorrupto” (https://bit.ly/35cUmlA).